Friday, June 6, 2008

La ética

En muchas ocasiones, como en esta, describir con precisión un concepto, tal y como lo es obrar con precisión respecto de este, resulta ser mas laborioso que hacerle omisión, que dejarle aparte como quien se aleja despectivo y asustadizo del mendigo que espera recibir una limosna. La ética, como concepto, es una entidad renuente de calificación determinista, ya que es inapropiado describirle sin tener en cuenta el contexto, como lo es describir al mendigo de la metáfora sin haber reseñado con antelación la perspectiva desde la que se le ha de mirar, juzgar, o aplaudir, según sea el caso.

Esto lleva con facilidad a interpretar que la ética es una idea vana, incluso que no es tan valiosa como idea si no puede ser aplicada desde la generalidad, pero la tarea que aquí se inicia es precisamente encontrar cualidades, mas bien características, que permitan aproximarse con cautela, pero también con precisión, a lo que la ética significa en la existencia y estimación del ser humano.

Para tal quehacer, se puede hacer uso de una entidad mejor calificada: el tiempo; y de su amigo inseparable: el espacio; ambas, herramientas que permiten generar con exactitud un contexto al cual adaptar el momento de la ética como un todo, eso si, con una mirada mas bien veloz de los grandes instantes y lugares que presten una visión relevante para el caso.

Con esta premisa, es normal iniciar una descripción de lo que Aristóteles expresara en sus charlas en el liceo, mas tarde recopiladas en diez libros por su hijo Nicómaco, sobre lo que se consideraría sobre la ética en un proceso, tal vez el primero de su clase, sistémico. Como en otros acercamientos a la ética en su tiempo, Aristóteles plantea la virtud como la meta innegable del hombre, y a la ética como el efecto a largo plazo de caminar con constancia hacia tal meta. La diferencia real radica en que, a su vez, habla de la felicidad como un acto de la búsqueda, más que como un estado, y abarca el concepto del placer como un efecto más que como una meta, construyendo de este modo la contemplación como el medio de diferenciación entre individuo e individuo respecto de su búsqueda diferenciada de la virtud.

Por caracterizarse con ideas que eran comunes en su tiempo, Aristóteles sufre de dificultades similares en su planteamiento, siendo la mas importante de estas el hecho de que la definición de la ética se base en la definición de la virtud, de la felicidad, y de la motivación conceptual del hombre, lo que no solo resulta innecesariamente complicado, si no que redunda en la ambigüedad de querer resolver el problema de la conceptualización de la ética sin resolver el de la virtud, la felicidad y la motivación, lo que no resulta de un planteamiento axiomático si no de una reglamentación carente de base contextual, característica también muy común de su tiempo.

Sin embargo, ningún análisis es despreciable, y se puede extractar del razonamiento aristotélico que la ética debe ser resultado de la motivación del hombre, solo que tal motivación no debería ser encasillada ni modelada por reglas absolutas, ni modelos pragmáticos que funcionan de forma aparente, cuando puede ser considerada como una entidad sin sesgo perceptible pero rica en atributos constituidos por el entorno que rodea al ser, y restringida por la moralidad del contexto vital mas amplio, es decir, la moral aceptada como conveniente para y por la mayoría de quienes comparten el entorno. Seria fácil decir que estas cualidades justificarían el razonamiento de la virtud, pero se dejaría atrás de forma necia la necesidad de caracterizar, o enfocar, la visión que se hace, en aras de construir un concepto claro de la ética. Se podría, si se quiere, relacionar la motivación respecto de la moral desde un contacto deontológico, pidiendo prestado el concepto de Bentham, pero sin la genialidad que desde infante le caracterizaba, con el fin de no caer en el utilitarismo, ni mucho menos en juicios basados en la utilidad de las acciones o las decisiones, es decir, una deontología algo abstracta, carente de prejuicios pero alimentada de forma directa por el razonamiento.

De una forma más seria, por algunos calificada de obscura (entre estos el mismo Stephen Hawking), el señor Immanuel Kant enfrenta la ética desde una racionalidad permanente, una ética resultado de la razón como la mayor cualidad del hombre, abstrayendo los actos según estos sean universales, según respondan a un impulso esencial, un imperativo categórico, y bajo la premisa del ser humano como un medio y un fin de forma indistinta y no particular. Es, incluso a la visión moderna, uno de los puntos vista mas respetados y, lastimosamente, mas infravalorados y menos utilizados en el mundo actual.

Desde luego que a una visión de fondo tan racional debían ligarse los inconvenientes que todo paradigma científico de contenido puede presentar. En este caso, Kant falla en la especificidad, en el acercamiento a la realidad más pura, y, por ende más cruel y descarnada; ya sea por que su planteamiento no pretende ser una estructura simplista de entrada – proceso – salida, siendo, de forma abismalmente distinta, una justificación racional al análisis, también racional, de los actos, una ley, si se quiere, por la que se supone se debía regir el actuar humano; o simplemente por que en lo que respecta a la humanidad, en esencia, aun se carece de las herramientas que midan su infinita capacidad de asombro, o de omisión y desinterés, ante sus propios actos. Por lo tanto, cuando se llega el momento explicar el acto malo, el acto racional mas frío e implacable, el que va de la mano de la razón y que justifica las premisas propuestas por Kant, se choca de frente con la carencia de explicaciones simplistas, con la profundidad en extremo compleja de las razones mejor aceptadas, con el vació que suelen dejar algunos actos asombrosos, en el peor contexto, del ser humano.

Pero Kant deja en claro una métrica concisa en su perspectiva de la ética, y es que, sin duda alguna, y aun ante la variedad y fuerza de la crítica, la ética debe ser el resultado de la racionalidad aplicada al acto, sin importar cuan racionales parezcan algunas actuaciones a todas luces equivocadas, o cuan irracionales parecieran algunos hechos igualmente evidenciados pero contrariamente analizados como “buenos”, siendo la razón la cualidad humana por excelencia, y el acto el efecto de su uso a cabalidad, si un acto cumple fielmente con esta característica, sin importar la visión, cualquiera en uso de su razón podrá entender el carácter ético del mismo. Así algunos aspectos declarados “controversiales” deberán ser tratados desde la racionalidad en la búsqueda de una factor ético en su normalización; entre los ejemplos claros de esta concepción se cuenta la muerte, que se aproxima a una visión mas racional conforme el hombre evoluciona su pensamiento y entendimiento de la naturaleza, tanto del medio, como del ser humano en si mismo.

Desde luego, quien mas se ubicaría deforma diametralmente opuesta a al visión de Kant, fuera de los detractores de su tiempo, seria el infinitamente interpretado Friedrich Wilhelm Nietzsche, quien iniciaría su precepto ético aseverando un escepticismo moral, afirmando que todas las sentencias éticas son falsas, precisamente por el argumento ya planteado respecto de Kant, de que la relación entre las proposiciones morales y la realidad es de lleno ilusoria o inexistente. Nietzsche asocia la moralidad a la posición de quien le constituye, sea amo o esclavo, alegando que la interpretación de lo “bueno” o lo “malo” se percibe de un color diferente en los ojos de estos dos diacrónicos personajes. A esta posición se suma su máxima del Dios muerto, que justificaría, más que el regocijante desplome del concepto judeo-cristiano que muchos quieren ver en esta, la actitud del hombre, su estado de libertad malinterpretado, su nihilismo y la relatividad e individualidad de la moral; planteando una evaluación estructural de los fundamentos de la moral, y dándole al ser humano en conjunto la oportunidad de validar la moralidad, apropiándola para bien de si como especie, sin negar la naturaleza de Der Wille zur Macht que le caracteriza.

El inconveniente en este caso esta en aceptar sin prevención la naturaleza del hombre, que, si bien es una medida que hace mas daño omitida que incómodamente encajada en el diseño del concepto ético, también puede equivocar el rumbo de las convenciones permitidas, resultado exasperante de la personalidad de Nietzsche, fielmente apreciado en la adopción de algunos de sus preceptos en el periodo Nazista.

Pero aun en la fuerza avasalladora de sus conceptos, Nietzsche puede ser interpretado, como lo ha sido por generaciones, en una restricción mas de la tarea propuesta, y, en este caso, tal interpretación es que la ética debe ser el resultado de la aprehensión de la pertenecía a la humanidad, de aceptar al hombre como un ser imperfecto pero con un alto potencial de “super”acion, y del esquema moral basado en estas premisas. De este modo, la ética debe estar basada en la aceptación del rol que se juega en la sociedad, y en la introspección que se haga de la importancia de tal papel. Al considerase parte de una red, de algo mas grande, no antropomórfico y mandatario como solía hacerse, el ser humano estaría en capacidad de evaluar los fundamentos morales mas dionisiacos o apolíneos, según sea la interpretación, cada vez menos individual, descifrando cual es el erróneo, o la inexistencia misma del error en el comportamiento; de alguna manera, alcanzaría un estado de madurez ilustrativa, un estado bien deseado sino concebido y no expresado por los Maestros de la sospecha, que en su conjunto se caracterizaron por considerar al hombre en su contexto mas natural.

Se encuentra, pues, el hombre, ante la encrucijada concreta de su propia naturalaza, de la evolución de su racionalidad, de su ambiente y de los conceptos que ceñían su comportamiento. Es el hombre actual una herramienta de análisis para si mismo, debe ser, además, la meta misma de la transformación, del cambio y la recepción de nuevos ideales y normativas: el hombre debe construir de su propia mano al hombre mismo, a lo que es por naturaleza física, a lo que resulto de muchos años de desarrollo intelectual, para bien o para mal, incidente en su vida y en la existencia de todo el medio que habita. El hombre debería enfrentarse a la que parece la única tarea propia del pragmatismo: la construcción de su propia ética, y con esta, a la reconstrucción de todo aquello que ha destruido mientras iniciaba tal faena.

Cual es entonces esa ética por construir? El concepto se ha edificado a lo largo de este recorrido por algunos, de entre muchos, participantes de la historia: la ética es el uso de la racionalidad en el actuar, desarrollado este por una motivación estructurada, y entendida esta en el contexto del ser humano como ser natural y parte de la sociedad.

Pero se ha llegado a un punto que desde un principio había preparado un mal augurio para este concepto artesanal: No solo resulta laborioso (mas que la omisión evasiva) el intentar construir el concepto de la ética, sino que se suma con dolo la consecución de una descripción que pareciera determinista; lo que lleva a una nueva conclusión: la ética debe ser el resultado de la personalización de la realidad, de la historia y de la razón y el análisis personal, a pesar de ser uno de los conceptos mas universales. Quien quiera acercarse a la ética, debe intentar entenderla, intentar hacerla suya. En este caso, la ética se transformo en el concepto, y el concepto alimenta la conciencia personal de la mente individual que espera el concepto para apropiar el conocimiento perceptible de lo que considera real. Pero esta, es solo una forma, de muchas, de ver algo que parece tan simple: La ética misma.


"Siempre llega un momento en el que enfrentamos a la forrtaleza de nuestra moral con hechos reales que requieren de una decisión rauda, y un destino cruel parece haber preparado la situación mas incoherente con aquello que creíamos cierto y moralmente valido. Quieres saber que es ética? Ética es poder tomar esa decisión sin despertarse todos los días con la incertidumbre o el arrepentimiento de haber hecho lo que creías correcto.”

Wilson Andres Penagos Perez


De la ética de Kant en la actualidad

De la mano del llamado padre de la ética moderna, llegó a la cultura general un concepto preciso, sesgado, racional de la ética misma, de las motivaciones que fundamentan el actuar humano, y de la realidad entendida bajo los límites del entendimiento. Pero al igual que le sucedió a su Crítica de la razón pura, de 11 años de gestación, dado el estilo seco y académico que le caracterizaba, en su momento, hoy en día el estudio de la ética Kantiana se ignora, se pone sobre la mesa bajo comentarios de cultura y prestigio filosófico, pero termina aplastada bajo tales descripciones y se le infravalora por sobre otras obras y conceptos posteriores y mas sencillos, o simplemente se le ignora con las alabanzas de quien no entiende algo que se le propone, pero estimula la estética del lenguaje para no parecer menos inteligente.

El verdadero lugar de la ética Kantiana, el que debería tener en una sociedad carente de valores y progresivamente involutiva, estará ocupado por repuestas a la pregunta ¿Qué debo hacer?, que originalmente proponía Kant, resultantes del individualismo, del capitalismo salvaje, de la supervivencia animal en un medio en constante deterioro moral, donde la premisa del imperativo categórico no tiene cabida cundo los intereses hacen tan personal el obrar, que nadie desearía que sus actos se tornaran una ley universal, aunque así sea. De modo que la racionalidad debía ser el camino correcto para determinar el acto, y al hacer coincidir la razón, la máxima que motiva, y la practica, debía haberse encontrado el principio sensible al entendimiento lógico de la universalidad del obrar; pero cundo la obra de Kant se llena de polvo en los estantes y se llena de pulidas alabanzas desde la mediocridad mental, la única universalidad en el obrar fluye por los limites del salvajismo, de la supervivencia del mas fuerte, en resumen, de una mente humana desarrollada para la creación de herramientas y mecanismos hasta hace poco inimaginables, pero incapaz de racionalizar los actos, incapaz de obrar según sea universal un comportamiento deseable, e incapaz de desear un bien superior al que le atañe, comportándose así como un animal inteligente, que depreda en una selva inventada por sus propios y corruptos actos carentes de razón e inteligencia.

Y que se puede esperar del animal inteligente cundo en sus manos se dispone la vida y el obrar de otros? Nada a quedado tan rezagado, tan omitido, omitido a gusto, omitido con conocimiento de causa, que la consideración del otro como un ser en igualdad de condiciones, como un ser humano al que se le atañe la capacidad de obrar, y como el fin en si mismo, el resultado de la dignidad. La modernidad ha negado posibilidades a los lectores de las obras reconocidas de la historia, lo que no justifica el desconocimiento del ser humano como un fin, pero tampoco explica el comportamiento maquiavélico con el que hoy en día se usa al ser. Casi pareciera que las reglas de Maquiavelo, el fin justifica los medios, que entre otras cosas ni siquiera fue dicha por tal autor, llenara el vació espacio donde debería ir la máxima del fin en si mismo de Kant, y consecuentemente llevara al proclive deterioro de la naturaleza humana, añadiéndole a la cultura involutiva y a la degradación de la inteligencia, la mecanización en el uso y el abuso del ser humano, tal y como lo hizo el esclavismo en su época, cada hombre y cada mujer, modelos de la actualidad, se empeñan en alcanzar la satisfacción personal, ambicionan con ansia desmedida poseer, tener por tener; y si en el camino se encuentra alguien mas que se opone a sus metas egoístas, o que le puede ayudar a coste de su dignidad y su vida misma, la pasión mecánica se antepone, la depredación salvaje somete al usuario a la máxima de pisar la cabeza del otro, o de usarlo como puente entre el o ella y su destino proclamado valedero por sobre los objetivos y las metas de quien resulta usado o eliminado en el proceso. Nadie, por lo menos nadie que se declare racional, podría esperar que este comportamiento, este obrar injustificado, irracional, ilógico, pero tan profundamente arraigado, pueda pertenecer al mal llamado Homo Sapiens, ya que aquello que hace pensante al hombre pensante parece haberlo hecho también mas débil ante la justificación de sus actos, mas animal.

No debería ser Kant parte de la hipocresía y la mediocridad profesional, ni parte de la aburrida clase catedrática, ni mucho menos parte del coloquial jerga de los estirados poseedores del intelecto superior, tal vez los mas mediocres, hipócritas, aburridos y, tristemente, coloquiales de todos los que esgrimen el conocimiento; debería, simplemente, ocupar su lugar en la mentalidad de los seres desarrollados que se ubican en el limite de la selección natural, debería ser una explicación del comportamiento racional y justificar las acciones que encamina el hombre en su cotidianeidad, obviamente en el ámbito general, ya que el concepto mismo de la ética kantiana sobrepone la universalidad a la practica individual, personal, y su experiencia; debería en fin ser una ética mas de las manos del hombre, mas de sus actos, mas de su razón, mas que el contrato académico de la cultura general y de conocimiento enciclopédico: obrar racionalmente, hacer uso de la razón de la que el hombre tanto hace alarde como su mejor cualidad, debería pues ser, a la luz de lo mas deseable, un imperativo categórico.

“El ser humano, el ser mas evolucionado de la tierra, reemplazo la vista de las águilas, la fuerza de los osos y la velocidad de los linces por una jugosa masa cerebral y desde entonces ha estado en una lucha constante consigo mismo, tal vez por que lo que obtuvo en ese intercambio le permitió ver lo que ni el águila puede, enfrentarse a lo que ni los osos se enfrentan, y moverse mas rápido de lo que los linces lo harían, pero no le permitió definir con certeza que debería ver, a que se debería enfrentar, ni a donde debería ir.” Wilson Andres Penagos Perez