Friday, June 6, 2008

De la ética de Kant en la actualidad

De la mano del llamado padre de la ética moderna, llegó a la cultura general un concepto preciso, sesgado, racional de la ética misma, de las motivaciones que fundamentan el actuar humano, y de la realidad entendida bajo los límites del entendimiento. Pero al igual que le sucedió a su Crítica de la razón pura, de 11 años de gestación, dado el estilo seco y académico que le caracterizaba, en su momento, hoy en día el estudio de la ética Kantiana se ignora, se pone sobre la mesa bajo comentarios de cultura y prestigio filosófico, pero termina aplastada bajo tales descripciones y se le infravalora por sobre otras obras y conceptos posteriores y mas sencillos, o simplemente se le ignora con las alabanzas de quien no entiende algo que se le propone, pero estimula la estética del lenguaje para no parecer menos inteligente.

El verdadero lugar de la ética Kantiana, el que debería tener en una sociedad carente de valores y progresivamente involutiva, estará ocupado por repuestas a la pregunta ¿Qué debo hacer?, que originalmente proponía Kant, resultantes del individualismo, del capitalismo salvaje, de la supervivencia animal en un medio en constante deterioro moral, donde la premisa del imperativo categórico no tiene cabida cundo los intereses hacen tan personal el obrar, que nadie desearía que sus actos se tornaran una ley universal, aunque así sea. De modo que la racionalidad debía ser el camino correcto para determinar el acto, y al hacer coincidir la razón, la máxima que motiva, y la practica, debía haberse encontrado el principio sensible al entendimiento lógico de la universalidad del obrar; pero cundo la obra de Kant se llena de polvo en los estantes y se llena de pulidas alabanzas desde la mediocridad mental, la única universalidad en el obrar fluye por los limites del salvajismo, de la supervivencia del mas fuerte, en resumen, de una mente humana desarrollada para la creación de herramientas y mecanismos hasta hace poco inimaginables, pero incapaz de racionalizar los actos, incapaz de obrar según sea universal un comportamiento deseable, e incapaz de desear un bien superior al que le atañe, comportándose así como un animal inteligente, que depreda en una selva inventada por sus propios y corruptos actos carentes de razón e inteligencia.

Y que se puede esperar del animal inteligente cundo en sus manos se dispone la vida y el obrar de otros? Nada a quedado tan rezagado, tan omitido, omitido a gusto, omitido con conocimiento de causa, que la consideración del otro como un ser en igualdad de condiciones, como un ser humano al que se le atañe la capacidad de obrar, y como el fin en si mismo, el resultado de la dignidad. La modernidad ha negado posibilidades a los lectores de las obras reconocidas de la historia, lo que no justifica el desconocimiento del ser humano como un fin, pero tampoco explica el comportamiento maquiavélico con el que hoy en día se usa al ser. Casi pareciera que las reglas de Maquiavelo, el fin justifica los medios, que entre otras cosas ni siquiera fue dicha por tal autor, llenara el vació espacio donde debería ir la máxima del fin en si mismo de Kant, y consecuentemente llevara al proclive deterioro de la naturaleza humana, añadiéndole a la cultura involutiva y a la degradación de la inteligencia, la mecanización en el uso y el abuso del ser humano, tal y como lo hizo el esclavismo en su época, cada hombre y cada mujer, modelos de la actualidad, se empeñan en alcanzar la satisfacción personal, ambicionan con ansia desmedida poseer, tener por tener; y si en el camino se encuentra alguien mas que se opone a sus metas egoístas, o que le puede ayudar a coste de su dignidad y su vida misma, la pasión mecánica se antepone, la depredación salvaje somete al usuario a la máxima de pisar la cabeza del otro, o de usarlo como puente entre el o ella y su destino proclamado valedero por sobre los objetivos y las metas de quien resulta usado o eliminado en el proceso. Nadie, por lo menos nadie que se declare racional, podría esperar que este comportamiento, este obrar injustificado, irracional, ilógico, pero tan profundamente arraigado, pueda pertenecer al mal llamado Homo Sapiens, ya que aquello que hace pensante al hombre pensante parece haberlo hecho también mas débil ante la justificación de sus actos, mas animal.

No debería ser Kant parte de la hipocresía y la mediocridad profesional, ni parte de la aburrida clase catedrática, ni mucho menos parte del coloquial jerga de los estirados poseedores del intelecto superior, tal vez los mas mediocres, hipócritas, aburridos y, tristemente, coloquiales de todos los que esgrimen el conocimiento; debería, simplemente, ocupar su lugar en la mentalidad de los seres desarrollados que se ubican en el limite de la selección natural, debería ser una explicación del comportamiento racional y justificar las acciones que encamina el hombre en su cotidianeidad, obviamente en el ámbito general, ya que el concepto mismo de la ética kantiana sobrepone la universalidad a la practica individual, personal, y su experiencia; debería en fin ser una ética mas de las manos del hombre, mas de sus actos, mas de su razón, mas que el contrato académico de la cultura general y de conocimiento enciclopédico: obrar racionalmente, hacer uso de la razón de la que el hombre tanto hace alarde como su mejor cualidad, debería pues ser, a la luz de lo mas deseable, un imperativo categórico.

“El ser humano, el ser mas evolucionado de la tierra, reemplazo la vista de las águilas, la fuerza de los osos y la velocidad de los linces por una jugosa masa cerebral y desde entonces ha estado en una lucha constante consigo mismo, tal vez por que lo que obtuvo en ese intercambio le permitió ver lo que ni el águila puede, enfrentarse a lo que ni los osos se enfrentan, y moverse mas rápido de lo que los linces lo harían, pero no le permitió definir con certeza que debería ver, a que se debería enfrentar, ni a donde debería ir.” Wilson Andres Penagos Perez

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