Wednesday, September 7, 2011

Los ángeles no tienen alas.



No necesitas tener alas para volar.

No necesitas tener alas para hacer que, de repente, la vida tenga más sentido.

No necesitas alas para salvarme del abismo y elevarme por los cielos de la esperanza.

Basta con una sonrisa.

Basta con un par de astutas frases, una aceptación inesperada, una duda que termina convirtiéndose en una oportunidad: no quiero que me pertenezcas, no quiero más de ti que una salvadora mirada que me deje ver que el pantano no es tan profundo.

Recordaré con alegría cada momento del tiempo que me regalaste, aunque el ruido del ambiente me robe la precisión de tu nombre, aunque el sabor del alcohol me quite a pocos las huellas que me llevarían a encontrarte; siempre podre recordar el color de tu vestido, largo como las noches que pasare teniéndote presente; siempre recordaré los aretes con forma de caballos de mar que bailaban con alegría al compas de la histeria en tus historias, cada vez más intrigantes, cada vez más increíbles; siempre recordare el acento mexicano de tu voz, y nunca tendrá más sentido para mi saberme incapaz de alcanzar en la realidad lo que mis sueños llegan a concebir en las memorias indelebles de las curvas de tu cuerpo.

Por raro que parezca, saberte imposible, cualquiera sea la causa, es solo parte del encanto que destila tu esencia, inclinando mi mirada de nuevo hacia el infinito arrollador, hacia lo inexpugnable en el presuntuoso aire del eterno techo que es el firmamento, ahora lo único que en realidad compartimos, y que ya no luce tan distante… Sabes por qué? Porque aún cuando el cielo yace poderoso ante los ojos de quienes estamos condenados a la tierra, se que para volar, ángeles, como tú, y hombres miserables, como yo, no tenemos ni necesitamos alas.

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