Sunday, January 7, 2018

Fenix

Hundido, con los ojos cerrados, me sentí aferrado al azar, víctima de mi pasado, victima de haber amado, tal vez sin restricción. Olvidado y confundido, me escondí del mundo gris en un caparazón que le hacía juego, y, como un camaleón envejecido, terminé dejandome el mismo tono sin importar la situación.

Pero te encontré, sin buscarte, camino a la debacle, camino al escape, en descenso, en espiral, camino a acabar con todo lo mal que me sentía, esperando que tanto esperar me serviría para poner fin a lo que siempre pensé que así se quedaría sin importar cuánto esperara.

Y tus ojos se dirigieron hacia mi alma, y tu luz se convirtió en la calma que tanto ansiaba mi mente, entre tanta conclusión inerte, entre tanto pensamiento indemne, te forjaste con facilidad el lugar privilegiado en un cerebro asustado, revolcado, asombrado de encontrarse contigo y no con la muerte.

Y tus manos se acercaron a mi piel, y tu calor marchitó la hiel que a ella se aferraba: eres todo lo que yo esperaba, borraste todo cuanto yo creía que podía entender sobre esto a lo que llama vida, esa misma que creía que ya se terminaba.

Y tus labios se posaron en mi boca, y la roca en que me había convertido se desmoronaba, haciendo brillante la alborada, haciendo posible la alegría, haciendo real la fantasía de encontrar a quien creía solo posible en mi imaginación ensimismada.

Le infundes a mis cenizas la esencia de tu fuego, me consumo, me entrego, y por difícil que pueda parecer, vuelvo a nacer, como un Fénix, y vuelvo a volar, solamente para anclar en tu cuerpo, para encontrale sentido al yermo de la existencia, para perder la cordura en manos de tu experiencia, para morir cada momento de tu ausencia y revivir cada vez que sostienes en mi pecho tu cabeza, viendo juntos al infinito sin recelo, emprendiendo en cada beso un nuevo vuelo hacia la inmensidad del destino, que muy sabio te puso en mi camino para que naveguemos juntos en una nueva dirección.